(1818 - 1865)
Semmelweis,
hijo de un tendero de comestibles de origen germano, nace en Buda, en
la orilla derecha del Danubio, en un barrio comercial de la capital
húngara de población mayoritariamente alemana. Cursa estudios
elementales en el "Gimnasio Católico de Buda", y se forma en la
Universidad de Pest, al otro lado del río.
Viaja
a Viena por deseo de su padre para licenciarse en Derecho austríaco,
pero su participación en una autopsia le hace abandonar el derecho y
comienza a cursar estudios en el Hospital General de Viena, donde se
convertirá en alumno de Joseph Skoda2, Carl von Rokitansky3 y Ferdinand
von Hebra4, tres insignes médicos austríacos. En 1839 se inaugura la
Escuela de Medicina de Budapest y regresa a su ciudad natal para
continuar allí su formación, pero en 1841 vuelve a Viena, descontento
con la enseñanza recibida en Pest.
En
1844 se licencia en Medicina y pasa los dos años siguientes trabajando
con Rokitansky y dedicado al estudio de la infección en el campo de la
cirugía. Durante este tiempo nacen, a la vez, su recurrente inquietud y
su permanente insatisfacción: "Todo lo que aquí se hace me parece muy
inútil; los fallecimientos se suceden de la forma m
ás simple. Se continúa
operando, sin embargo, sin tratar de saber verdaderamente por qué tal
enfermo sucumbe antes que otros en casos idénticos".
En
1846, con 28 años, obtiene el doctorado en obstetricia y es nombrado
asistente del profesor Klein, en una de las Maternidades del Hospicio
General de Viena. Es el comienzo de una obsesión.
Hasta
aquel entonces traer un niño al mundo había sido un riesgo para la
salud de las madres, y a mediados del siglo XIX la situación no era
diferente. Ignaz Semmelweis se preocupó por la alta tasa de mortalidad
entre las parturientas, a causa principalmente de la fiebre puerperal.
Realizando
estudios y observando estadísticas, Semmelweis no dejó de notar que en
el segundo pabellón la tasa de mortalidad era muy baja. Intrigado,
comenzó a atar cabos, y fue la trágica muerte de un amigo lo que le puso
en el camino correcto.
Semmelweis había abierto una puerta a una de las prácticas esenciales de la medicina moderna, la esterilización.
Semmelweis
regresó a Hungría, donde siguió con sus prácticas de higiene médica que
pronto se hicieron populares por todo el país, mientras el resto de
Europa ignoraba sus descubrimientos.
Sus
tristes últimos años, llenos de desesperación y demencia, acabaron tras
su fallecimiento en 1865, rodeado de ignominia, burlas y envidias.
SUS ESTUDIOS
A
mediados del siglo XIX, aun no se conocían los principios
científico-epidemiológicos de la transmisión de las enfermedades
infectocontagiosas. Por lo que se producían verdaderas epidemias de
infecciones nosocomiales en los hospitales de la época, como era el caso
de la Fiebre Puerperal.Un joven médico húngaro, de origen judío llamado
Ignaz F. Semmelweis, quien desde su época de estudiante con los
doctores C. Rokitansky, J. Skoda y F. Von Hebra había observado la
alarmante mortalidad materna debido a la Fiebre Puerperal, la que
oscilaba en alrededor del 40% de las parturientas.
Semmelweiss
observó que la incidencia de Fiebre Puerperal era más alta en la Sala 1
donde atendían los médicos y estudiantes de medicina, que la reportada
en la Sala 2 donde se atendían los partos predominantemente por parte de
las comadronas de la maternidad. Luego de un estudio epidemiológico
observacional evidenció a la vez, que la mortalidad por sepsis puerperal
era del 18% en la Sala 1, en contra del 3% en la sala 2, por lo que de
esta manera se propuso descubrir las causas que determinaban la enorme
diferencia de la mortalidad materna. El médico húngaro, luego de una
acuciosa observación, propuso varias hipótesis: como la diferencia del
estado social, la presencia de miasmas, la de la ropa sucia, influencias
climáticas, y hasta la influencia religiosa que significaba el paso del
sacerdote junto al acólito y su campanilla otorgando la bendición
nocturna en las salas del hospital.
Semmelweis
había observado que los médicos y estudiantes que atendían en la Sala
1, donde existía la más alta mortalidad, atendían a las parturientas
luego de realizar las autopsias y los estudios de anatomía forense sin
lavarse las manos y mucho menos, sin cambiarse sus vestiduras, en la
segunda los partos solían estar a cargo de las tradicionales matronas.
Esta sospecha fue demostrada el momento en que fallece con un cuadro
clínico muy parecido a la sepsis puerperal el Dr. Kollechtka luego de
haberse cortado su mano, de manera accidental, con un escalpelo en una
sesión anatómica. La conclusión era muy obvia, los médicos y estudiantes
de la Sala 1 transportaban en sus manos los exudados cadavéricos que
transmitían a las parturientas en sus tactos vaginales. De inmediato,
Semmelweis dispuso que los médicos y estudiantes, antes de atender a las
parturientas debían de lavarse, de manera obligatoria, sus manos con
cloruro cálcico, demostrándose al poco tiempo el gran impacto de esta
simple medida en la reducción de la mortalidad materna a menos de un 2% y
permaneciendo baja durante varios años.
A
pesar del asombroso resultado que determinó la higiene de manos en la
mortalidad materna del Hospital General de Viena, y que fue publicado en
el año de 1861 en su obra: De la etiología, el concepto y la profilaxis
de la fiebre puerperal, Semmelweis fue expulsado del Hospital de Viena
por sus superiores, quienes nunca aceptaron la contundente evidencia
científica de su investigación e intervención porque, aparte de su
egolatría, arrogancia y dogmatismo, ellos consideraban que las
enfermedades se transmitían por los miasmas del aire. Sus colegas
llegaron incluso a impedir o sabotear la técnica de higiene de manos
instaurada por Semmelweis; dos décadas después las teorías
microbiológicas de Pasteur, Koch y Lister confirmaron el gran valor
científico del trabajo del médico húngaro.
Luego
de más de siglo y medio de los hallazgos de Semmelweis a quien debemos
de considerar como "El Padre del Control de las Infecciones
Nosocomiales"; la higiene de manos es considerada la piedra angular en
la prevención de las infecciones hospitalarias.
Semmelweis
retornó a Budapest donde vivió en medio de la soledad, la incomprensión
y la demencia. En el año de 1865 acude al Instituto de Anatomía de la
Universidad, donde luego de haberse provocado una herida con un
escalpelo utilizado en una autopsia frente a los estudiantes de
medicina, fallece al poco tiempo a la edad de 47 años, con una
enfermedad similar a la sepsis puerperal, a la que tanto combatió en su
heroica vida.
M Ángeles González Liberal
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