jueves, 19 de abril de 2012

IGNAZ SEMMELWEIS

                                               (1818 - 1865)
Semmelweis, hijo de un tendero de comestibles de origen germano, nace en Buda, en la orilla derecha del Danubio, en un barrio comercial de la capital húngara de población mayoritariamente alemana. Cursa estudios elementales en el "Gimnasio Católico de Buda", y se forma en la Universidad de Pest, al otro lado del río.
Viaja a Viena por deseo de su padre para licenciarse en Derecho austríaco, pero su participación en una autopsia le hace abandonar el derecho y comienza a cursar estudios en el Hospital General de Viena, donde se convertirá en alumno de Joseph Skoda2, Carl von Rokitansky3 y Ferdinand von Hebra4, tres insignes médicos austríacos. En 1839 se inaugura la Escuela de Medicina de Budapest y regresa a su ciudad natal para continuar allí su formación, pero en 1841 vuelve a Viena, descontento con la enseñanza recibida en Pest.
En 1844 se licencia en Medicina y pasa los dos años siguientes trabajando con Rokitansky y dedicado al estudio de la infección en el campo de la cirugía. Durante este tiempo nacen, a la vez, su recurrente inquietud y su permanente insatisfacción: "Todo lo que aquí se hace me parece muy inútil; los fallecimientos se suceden de la forma m   
                                             ás simple. Se continúa operando, sin embargo, sin tratar de saber verdaderamente por qué tal enfermo sucumbe antes que otros en casos idénticos".
En 1846, con 28 años, obtiene el doctorado en obstetricia y es nombrado asistente del profesor Klein, en una de las Maternidades del Hospicio General de Viena. Es el comienzo de una obsesión.
Hasta aquel entonces traer un niño al mundo había sido un riesgo para la salud de las madres, y a mediados del siglo XIX la situación no era diferente. Ignaz Semmelweis se preocupó por la alta tasa de mortalidad entre las parturientas, a causa principalmente de la fiebre puerperal.
Realizando estudios y observando estadísticas, Semmelweis no dejó de notar que en el segundo pabellón la tasa de mortalidad era muy baja. Intrigado, comenzó a atar cabos, y fue la trágica muerte de un amigo lo que le puso en el camino correcto.
Semmelweis había abierto una puerta a una de las prácticas esenciales de la medicina moderna, la esterilización.
Semmelweis regresó a Hungría, donde siguió con sus prácticas de higiene médica que pronto se hicieron populares por todo el país, mientras el resto de Europa ignoraba sus descubrimientos.
Sus tristes últimos años, llenos de desesperación y demencia, acabaron tras su fallecimiento en 1865, rodeado de ignominia, burlas y envidias.
                                                SUS ESTUDIOS
A mediados del siglo XIX, aun no se conocían los principios científico-epidemiológicos de la transmisión de las enfermedades infectocontagiosas. Por lo que se producían verdaderas epidemias de infecciones nosocomiales en los hospitales de la época, como era el caso de la Fiebre Puerperal.Un joven médico húngaro, de origen judío llamado Ignaz F. Semmelweis, quien desde su época de estudiante con los doctores C. Rokitansky, J. Skoda y F. Von Hebra había observado la alarmante mortalidad materna debido a la Fiebre Puerperal, la que oscilaba en alrededor del 40% de las parturientas.
Semmelweiss observó que la incidencia de Fiebre Puerperal era más alta en la Sala 1 donde atendían los médicos y estudiantes de medicina, que la reportada en la Sala 2 donde se atendían los partos predominantemente por parte de las comadronas de la maternidad. Luego de un estudio epidemiológico observacional evidenció a la vez, que la mortalidad por sepsis puerperal era del 18% en la Sala 1, en contra del 3% en la sala 2, por lo que de esta manera se propuso descubrir las causas que determinaban la enorme diferencia de la mortalidad materna. El médico húngaro, luego de una acuciosa observación, propuso varias hipótesis: como la diferencia del estado social, la presencia de miasmas, la de la ropa sucia, influencias climáticas, y hasta la influencia religiosa que significaba el paso del sacerdote junto al acólito y su campanilla otorgando la bendición nocturna en las salas del hospital.
Semmelweis había observado que los médicos y estudiantes que atendían en la Sala 1, donde existía la más alta mortalidad, atendían a las parturientas luego de realizar las autopsias y los estudios de anatomía forense sin lavarse las manos y mucho menos, sin cambiarse sus vestiduras, en la segunda los partos solían estar a cargo de las tradicionales matronas. Esta sospecha fue demostrada el momento en que fallece con un cuadro clínico muy parecido a la sepsis puerperal el Dr. Kollechtka luego de haberse cortado su mano, de manera accidental, con un escalpelo en una sesión anatómica. La conclusión era muy obvia, los médicos y estudiantes de la Sala 1 transportaban en sus manos los exudados cadavéricos que transmitían a las parturientas en sus tactos vaginales. De inmediato, Semmelweis dispuso que los médicos y estudiantes, antes de atender a las parturientas debían de lavarse, de manera obligatoria, sus manos con cloruro cálcico, demostrándose al poco tiempo el gran impacto de esta simple medida en la reducción de la mortalidad materna a menos de un 2% y permaneciendo baja durante varios años.
A pesar del asombroso resultado que determinó la higiene de manos en la mortalidad materna del Hospital General de Viena, y que fue publicado en el año de 1861 en su obra: De la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal, Semmelweis fue expulsado del Hospital de Viena por sus superiores, quienes nunca aceptaron la contundente evidencia científica de su investigación e intervención porque, aparte de su egolatría, arrogancia y dogmatismo, ellos consideraban que las enfermedades se transmitían por los miasmas del aire. Sus colegas llegaron incluso a impedir o sabotear la técnica de higiene de manos instaurada por Semmelweis; dos décadas después las teorías microbiológicas de Pasteur, Koch y Lister confirmaron el gran valor científico del trabajo del médico húngaro.
Luego de más de siglo y medio de los hallazgos de Semmelweis a quien debemos de considerar como "El Padre del Control de las Infecciones Nosocomiales"; la higiene de manos es considerada la piedra angular en la prevención de las infecciones hospitalarias.
Semmelweis retornó a Budapest donde vivió en medio de la soledad, la incomprensión y la demencia. En el año de 1865 acude al Instituto de Anatomía de la Universidad, donde luego de haberse provocado una herida con un escalpelo utilizado en una autopsia frente a los estudiantes de medicina, fallece al poco tiempo a la edad de 47 años, con una enfermedad similar a la sepsis puerperal, a la que tanto combatió en su heroica vida.




                                                                                             M Ángeles González Liberal

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